Contaminar el medio ambiente y pagar una indulgencia para compensar ese impacto negativo es una de las fórmulas inventadas para exculpar a las grandes transnacionales y a los países más contaminantes. Una investigación independiente, demuele, nuevamente, el sistema de compensaciones de CO2, convertido ya en un fructífero negociado “ambiental”.
Aunque técnicamente la solución al calentamiento global es relativamente simple, pues consiste tan solo en reducir radicalmente las emisiones de dióxido de carbono (CO2), la misma pone en cuestionamiento el concepto hegemónico actual de producción, crecimiento económico y consumo.
Glorificadas por sus promotores, estas compensaciones dejan mucho que desear, como lo acaba de revelar una investigación independiente. Dicha investigación, específicamente enfocada en las calculaciones y certificaciones de la empresa Verra, la mayor organización certificadora del mundo, determinó que “más del 90% de las compensaciones de carbono convertidas en proyectos ambientales en la selva tropical, calculadas y ejecutadas por Verra, carece de valor”.
Todos estos proyectos de reducción de emisiones en regiones del Tercer Mundo forman parte del programa de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal (REDD+, en inglés), aunque su ejecución se subcontrata a agentes privados, beneficiarios de un negocio formidable en torno a los 2 mil millones de dólares.
El dilema ambiental incluye un presupuesto simple: para evitar que siga aumentando el calentamiento global que abrasa la Tierra y destruye la vida, no hay más alternativa que reducir radicalmente las emisiones de carbono, producidos principalmente por los combustibles fósiles como son petróleo, carbón y gas. Estados y empresas con actitudes irresponsables le buscan la vuelta a esta alternativa y continúan inventando mecanismos para tranquilizar su conciencia destructiva sin cambiar nada de fondo.
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