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Alternativas Oaxaca

Hortalizas y el amor por la tierra, alternativas de vida

By 9 junio, 2020 julio 6th, 2020 One Comment Etiquetas: , , ,

Mi nombre es Eva Castellanos Mendoza, soy una mujer originaria de la comunidad Chatina de Paso de la Reyna, desde hace más de doce años pertenezco al Consejo de Pueblos Unidos por la Defensa del Río Verde, espacio que las comunidades hemos articulado para la defensa del río Verde. Mis recuerdos más lejanos están relacionados con la tierra y el territorio. La agricultura es una actividad que por muchos años ha sido parte de mi familia. Desde muy pequeña aprendí de mi padre y de mi madre el amor por la tierra.

Cuando era niña, recuerdo que el río tenía muchos peces, había langostino, el campo producía más sin necesidad de fertilizantes, había más árboles, había un tomate que le decían pajarito y el chile de chachalaca que se daban en el campo, sin que nadie los sembrará, porque los pájaros llevaban las semillas de un plantío a otro; nacían más plantas silvestres que se podían comer. Antes del huracán Paulina la comunidad se dedicaba a la producción de limón, actividad que se tuvo que sustituir por los impactos del huracán.

De todos esos recuerdos, los que más tengo presentes, es cuando acompañaba a mi papá al campo y veía cómo sembraba su tierra, cómo barbechaba los surcos que arroparían las semillas, luego con qué amor cosechaba el maíz y el frijol que llevaba a la casa para que lo cocinara mi mamá para darnos de comer a mí y a mis hermanos. Recuerdo que desde que yo era niña, mi papá siempre se preocupó por sembrar su maíz criollo, a pesar de que con el tiempo es cada vez más común que los programas de gobierno entreguen semillas modificadas con sus programas de apoyo al campo que son todo lo contrario.

Dentro de nuestra comunidad, la gente se preocupa por mantener las semillas nativas y la gran variedad que existe, mi papá todavía siembra sandía, melón, pepino, jamaica, calabaza, hasta más de cuatro variedades de frijol. Todo lo que se siembra es para autoconsumo, si de repente sobra un poco, se intercambia o se vende dentro de la misma comunidad, quien tiene frijol lo cambia por maíz y así compartimos y diversificamos la milpa y las hortalizas.

Conocí la agroecología en el año dos mil once, unas personas vinieron al Paso de la Reyna a dar un taller, durante la semana que duró el taller nos enseñaron a preparar composta, cómo funcionan los abonos foliares, a elaborar fertilizantes líquidos e insecticidas orgánicos, y cómo preparar la tierra para sembrar hortalizas, este taller me ayudó a fortalecer lo que había aprendido con mi papá en el campo y a incorporar elementos que me permitieran hacer rendir mejor a la tierra sin lastimarla, por eso el taller me gustó mucho, toda la información que me dieron, todo lo que aprendí se me hizo muy interesante y decidí ponerlo en práctica. Después del taller, lo primero que sembré fueron algunas plantas y rábanos, a lo largo de nueve años he sembrado distintas hortalizas, pepino, berenjena, ejotes, chile serrano, tomate criollo, maracuyá, tomate verde, diversas variedades de plantas y hasta he adaptado algunas flores que son de otros lugares, como una jacaranda que me traje de la sierra y que después regalé varias plantitas que crecieron acá. Actualmente colaboro con una organización que se llama Comida hoy y mañana, que nació en el año dos mil, personas que venían de la mixteca llegaron a la parroquia de Jamiltepec, empezaron a impulsar la siembra de hortalizas de traspatio con cuarenta comunidades, yo colaboro desde hace ocho años, trabajamos con grupos de mujeres en diferentes comunidades.

Me gusta mucho ayudar a mi papá en el campo, acompañarlo cuando va a sembrar sus semillas, cuando va a cosechar. Esta temporada acabamos de recolectar el maíz, estuvimos desgranando por tres días, maíz criollo, veracruzano, maíz negrito y el maíz rojo, que es una semilla que se estaba perdiendo porque hacía varios años que no se sembraba, pero estamos tratando de rescatarla, volver a consumirla es algo que nos ha motivado mucho. Este año cosechamos cuatro variedades de frijol blanco, un frijol que le llamamos pichuaca, otra que se llama patita de tortuga, porque su color se asemeja al color de las patitas de la tortuga, y otro que es un frijol de la variedad del pichuaca, sólo que en este cambia un poco el color, tiene dos colores, rojo de un lado y blanco del otro lado, es un frijol que este año sembramos para poder tener más semillas, este año no lo vamos a consumir sólo lo vamos a reproducir y a guardarlo para tener más semillas para sembrar cuando vuelva a ser su temporada.

Lo que aprendí entonces, en el taller de agroecología, y lo que he ido aprendiendo a través de los años, lo que he puesto en práctica, lo he compartido con otras personas, siempre he dicho que las cosas buenas se deben de compartir para que ese conocimiento se multiplique. Para mí, conocer y trabajar la tierra, es defender el territorio, así es como yo veo este trabajo, siempre he dicho que la tierra que se cuida y la tierra que se trabaja, es tierra que se ama, la tierra que no se trabaja no se le quiere y por lo tanto no se cuida y poco la vas a defender, para mí, trabajar la tierra, sembrarla, cosecharla es una forma de defensa del territorio. Para mi sembrar la tierra es defenderla y cuidarla, es mi manera de decirle al gobierno que no necesitamos sus proyectos de “desarrollo” para vivir.

Desde hace más de doce años que en la comunidad estamos en resistencia porque nos quieren imponer una hidroeléctrica, desde 2006 que se anunció y desde entonces, gracias a la organización de la gente de las comunidades, no han puesto ni la primera piedra. Desde entonces estamos defendiendo nuestro territorio y nuestro río, esto nos permitió revisar nuestras prácticas y darnos cuenta que había varias que ya no realizábamos, pero el mismo sentido de querer retomar nuestra comunidad y todo lo que habíamos aprendido antes nos llevó a recuperar varias semillas nativas que estaban por perderse, cada semilla lleva detrás toda la historia de la comunidad, la gente que la sembró, cómo la preparaban para alimentarse de ella y como la cuidaban para volver a repetir el ciclo. Por eso es importante resguardar las semillas, porque junto con el territorio y el río son parte de nuestra historia, de lo que somos como pueblo, hacia donde vamos y lo que queremos construir para las niñas y los niños. Nosotras y nosotros tenemos nuestro propio proyecto de vida, nuestra forma de vida, aquí cultivamos lo que queremos comer, lo que van a comer nuestras hijas e hijos, nuestros nietos y nietas.

En esta época en que una pandemia afecta a toda la humanidad, donde hay personas que sufren porque no tienen alimentos, nosotros hemos decidido organizarnos para cuidarnos, para no salir de la comunidad. Por muchos años nuestras abuelas y nuestros abuelos nos han enseñado a cuidar del río, para que haya camarón, ahora el agua se revolvió un poco pero incluso así hubo blanquillas, si queremos mojarra o blanquilla vamos al río a tirar anzuelo y agarramos tres kilos o cuatro kilos de pescado fresco.

Sabemos lo difícil de la situación en otras partes. A nosotros no nos ha afectado mucho porque la mayoría de las personas siembran, sobre todo las familias como la mía, mi papá siembra y siempre tiene maíz y frijol, y yo con mis plantas y mis hortalizas, algunos tienen sus animalitos, sus vacas, sus chivos y sus gallinas que pueden vender o intercambiar por lo que les haga falta, no necesitamos muchas cosas, por eso preferimos no salir. Toda la comunidad está bien porque mucha gente siembra y cosecha, decide qué consumir y pueden comer de manera saludable, tiene su maíz, su frijol, van al río, los pescados que no se comen los intercambian por hortalizas, es así como los pueblos hemos vivido por muchos años, generaciones de ancianos han enseñado a las y los jóvenes la importancia del río y el valor de la tierra, no por lo que vale económicamente, sino porque el territorio es la memoria que encierra todo lo que somos, lo que nos alimenta, lo que nos cuida y nos permite pensar y mirar con esperanza hacia el futuro de nuestra comunidad.

Para mucha gente, esta crisis global los ha hecho darse cuenta la manera en cómo se está sobre explotando el planeta, en cómo los megaproyectos y las formas de consumo están afectando al mundo. Para nosotros, en las comunidades, este tiempo es para mirar que la forma en que vivimos, con respeto por la naturaleza, nos van a permitir ofrecerle a nuestras niñas y niños la posibilidad de seguir viviendo como nos enseñaron nuestras abuelas, de ir al río como nos enseñaron nuestros abuelos, de respetar a nuestra madre tierra y a nuestro padre río, que mientras nosotras y nosotros cuidemos de ellos, ellos también nos cuidarán.

El amor que siento al sembrar una semilla, al verla germinar y producir es algo inexplicable, algo que nace de mi ser, de mis entrañas, lo llevo en la sangre, en los recuerdos de mi padre con su yunta, de mi madre ayudando en la cosecha, por lo que me gusta mucho sembrar, cuidar mis plantas. Las hojas y las plantas que voy recolectando o quitando, la maleza no la tiro ni la quemo, la hago composta y todo este abono lo vuelvo a poner en las plantas que voy a sembrar, es como un ciclo donde la vida se alimenta de sí misma. Para mí esa es una elección, la alternativa, de que no quiero el proyecto, de que los pueblos y las comunidades no necesitamos los megaproyectos para poder vivir, yo le apuesto a lo orgánico, a la agroecología, a lo que produce la tierra, a lo que nos regala el río, a lo que por muchos años ha mantenido vivos a los pueblos.

Eva Castellanos Mendoza

Defensora Comunitaria de Paso de la Reyna

Consejo de Pueblos Unidos por la Defensa del Río Verde- COPUDEVER

Red de Defensoras y Defensores Comunitarios de los Pueblos de Oaxaca-REDECOM

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