En San Matías Chilazoa, Oaxaca, la comunidad enfrenta una dura batalla contra el cambio climático y la sequía, que transformó un fértil arroyo en un árido terreno denominado “El Mezquital”. Este reportaje explora los esfuerzos de decenas de campesinos y campesinas por revivir el flujo de agua mediante la técnica de “sembrar agua de lluvia”, para mantener viva la agricultura, crucial para su subsistencia. Además, destaca la lucha del pueblo contra la minera Cuzcatlán, cuya actividad ha exacerbado la crisis hídrica y como recientemente obtuvieron una reivindicación legal para proteger sus recursos y territorio.
“Estoy triste al ver que este lugar, donde el agua abundaba y había mucha vida, hoy está seco”, lamenta Ambrosio Rodríguez Ruiz, un campesino zapoteco de 74 años, cuya existencia ha estado dedicada al campo desde que heredó de su padre el amor por la tierra.
El arroyo seco al que se refiere don Ambrosio, conocido por sus abuelos como “El Tule”, era esencial para la comunidad: proporcionaba agua para las viviendas y los cultivos y era hogar de plantas acuáticas que le daban su nombre.
Sin embargo, el cambio climático y la sequía prolongada transformaron tan drásticamente el sitio que hace 12 años fue renombrado como “El Mezquital”, en referencia a una especie de árbol extremadamente resistente al calor.
En el árido terreno de “El Mezquital” las personas habitantes de San Matías Chilazoa, un pequeño pueblo y agencia municipal de Ejutla de Crespo, se empeñaron a revertir el tiempo para restaurar el flujo del agua al arroyo, para lograrlo construyeron un pozo natural ingeniosamente diseñado para capturar y filtrar el agua de lluvia hacia los acuíferos subterráneos, al proceso las y los agricultores de la localidad le llamaron “sembrar agua”.
El comisariado Gómez, añade que esa mayor dificultad para extraer agua del subsuelo podría deberse la actividad que, desde 2011, tiene la minera Cuzcatlán filial de la canadiense Fortuna Silver en la localidad de San José del Progreso.
Las y los comuneros de Santa María Chilazoa -y otras 10 localidades aledañas a la mina- rechazan vehementemente a la empresa y la responsabilizan, en amplia medida, de la sequía que viven. “Al parecer la empresa tiene acaparado el río Coyote (para sus operaciones)”, añade Gómez. El afluente es vital para las comunidades, porque de ahí podrían obtener agua para mitigar los efectos de la sequía.
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