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Semana Santa, las mujeres Ikoots y los días de guardar

By 14 abril, 2020 mayo 15th, 2020 Sin Comentarios Etiquetas: , ,

Es abril, en San Mateo del Mar, comunidad Ikoots en el Istmo de Tehuantepec que habita una franja de tierra entre dos cuerpos de agua, la temporada de norte, lentamente ha dado paso a la primavera que revienta en brotes de bugambilias sobre las ramas, las repentinas rachas de viento que sacudía las faldas multicolor de las mujeres Ikoots y levantaban la terracería de las calles, ceden al calor que transcurre sobre los días, las lagunas asemejan vasijas de barro cuarteado por el sol, el sopor agobia y también el hecho de que el nivel del agua de los pozos ha empezado a descender.

En los días “grandes” de esta Semana Santa, la policía comunitaria se instaló en los arcos de la entrada para resguardar el paso de visitantes, porque las playas de Salina Cruz y la costa hasta Puerto Escondido están cerradas por la contingencia del Covid-19. Otros años, las enramadas decoradas con flores esperan para dar albergue a las figuras religiosas que reposarán bajo su sombra en la procesión por las calles del pueblo. Este año, sobre la explanada, la estructura elaborada con varas de carrizo que se coloca frente a la iglesia, cuya cúpula está en proceso de reconstrucción, el Ndiek es testigo sigiloso de la fe que se profesa en silencio y a distancia.

En estos “días de guardar”, las personas del municipio de San Mateo del Mar, continúan apegadas a su rutina diaria, los coches, las mototaxis y las bicicletas transitan con relativa normalidad. Desde hace un par de semanas se realizan actividades de prevención de contagios, Radio Nendok trasmite audios para explicar a la población los síntomas de alarma, en el mercado municipal, una bocina reproduce en Ombeayiüts, las recomendaciones de guardar distancia y hacer las compras con velocidad para regresar a casa, ambos mensajes proporcionados por las compañeras de la organización comunitaria Monapaküy. En el mercado municipal, una bocina reproduce en lengua materna las recomendaciones de guardar distancia y hacer las compras con velocidad para regresar a casa. Frente al mercado una lona ilustra la importancia de evitar contagios. El centro de salud, que estuvo cerrado casi tres meses, luce una manta sobre la reja que en cuadros rojos instruye las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud sobre la forma correcta de lavarse las manos.

Es el mercado municipal de San Mateo Apóstol, el lugar donde más actividad se observa a lo largo del día, esta, como muchas comunidades originarias, establecen sus tiempos de acuerdo a sus propias lógicas, por lo que aquí, el tiempo se habita desde la cotidianidad, y la gente sigue sumergida en el horario habitual, las señoras empiezan a abrir sus puestos cuando el sol ha despuntado la mañana, para las doce del día, los pasillos exteriores están llenos de canastos y bandejas que, como hace décadas, ofrecen pescado horneado, queso fresco, tamales de horno, dulce de almendra o plátano, nopales, ramitos de flores para los altares, totopo, atole, frutas de la región como el zapotillo o el jicaco. Ya de tarde, los puestos de pan dulce y tamales se acomodan entre las luminarias colocadas frente a la fachada de letras azules. Los demás negocios establecidos dentro de la comunidad continúan abiertos, las tiendas de abarrotes, los cibercafés, sólo el tianguis que hace plaza todos los martes, tiene tres semanas sin venir. A pesar de ser negocios locales, las tiendas de abarrotes han tenido un mayor impacto en la modificación de los hábitos de consumo, ya que ha pasado de ser una población que se ejercía el consumo local, a consumir mercancía que además de no sustentar la economía de la comunidad, representan la ingesta frecuente de productos procesados y altos en azúcares. Lo que sin duda ha tenido impactos en la salud de la población.

El trabajo de las mujeres Ikoots dentro de la comunidad abarca sobre todo el ámbito familiar, desde el cual desempeñan labores de limpieza y de cuidado, acarreo de agua y leña, llevar el maíz al molino, Desde muy jóvenes, las mujeres se integran a las actividades autoproductivas dentro de la comunidad, diversifican su tiempo entre las actividades relacionadas con las practicas milenarias como el tejido en telar de cintura, la producción de hortalizas y flores dentro de los traspatios de las viviendas, la pastoreada de chivos y borregos.

Desde que se casó, müm Margarita vive en Monte Grande, población cercana a Álvaro Obregón, originaria de San Mateo del Mar, por muchos años se ha dedicado a la venta de productos para mantener a su familia. En su solar cría animales de granja y elabora totopos y tortillas que luego viene a vender o a intercambiar por productos locales. Sentada sobre su silla de madera, despacha los mangos mientras platica que en la misa les han dicho que van a repartir cubrebocas a todos, pero que todavía no sabe cuándo, que sabe del virus, que por Huilotepec hay personas que sólo dejan pasar a gente de la comunidad que sale a trabajar, o a vender, como ella. Ella y otras vendedoras que vienen de comunidades cercanas como San Blas Atempa, ocupan el espacio designado para la compra-venta del camarón a un costado de la explanada, conversan en zapoteco mientras ofrecen el mango, la ciruela, los totopos, limones, y costales de mazorcas. Las señoras de la comunidad cargando sus bandejas cubiertas con coloridas servilletas de telar, se acercan a ofrecernos nopales frescos, camarones y frijoles, müm Margarita negocia en lengua materna, en una bolsa entrega unos mangos a la señora de la bandeja que los guarda y le deja tres medidas de frijol, la señora se dirige hacia otro puesto y müm Margarita guarda las bolsas en una de las desvencijadas cajas de madera, es frijol de acá, nos dice, para mis nietos, mañana vamos a preparar arroz. Mientras despacha, nos platica de cómo cuando su esposo llega borracho, ella busca cobijo en casa de sus vecinos, enjuga una lágrima y nos dice que la vida sigue y que ella se encomienda a sus santos para que el virus no llegue.

Para las mujeres de la región del Istmo, el mercado de San Mateo del Mar ha representado la oportunidad de comercio de productos locales. Aunque los primeros puestos pertenecían a las mujeres zapotecas que llegaban a la comunidad a buscar el pescado y el camarón, hasta acá también llegan mujeres de las poblaciones vecinas y de las agencias municipales como San Pablo y Colonia Juárez, las mujeres Ikoots han retomado el comercio de los productos, principalmente de la laguna.

Esta narrativa también da cuenta cómo, las diversas transformaciones del entorno, han modificado la dinámica natural de la comunidad por la necesidad de salir a trabajar, cómo se han ido alterando las costumbres y los roles desempeñados por las mujeres y los hombres. Para una comunidad, la situación actual plantea posibles escenarios desafortunados en los impactos en la población respecto a la salud, la economía y la organización comunitaria.

Para las mujeres Ikoots, siempre son tiempos de crisis, las constantes modificaciones del entorno natural se han traducido en la inestabilidad de las lagunas, en temporadas cortas de producción y temporadas largas de sequía. Para ellas, las crisis de salud son cotidianas al no tener acceso a un sistema de salud digno, al ser parte de la población vulnerable y no contar con políticas públicas que mitiguen las diversas violencias que les atraviesan. Ellas, como müm Margarita, siguen ocupando los espacios cotidianos que les permitan sustentar a sus familias, instauran su fe en que la temporada de lluvia traiga pescado y camarón a las lagunas. Las mujeres son vitales para el desarrollo de la economía comunitaria desde diversos espacios, desde los cuales, ellas desarrollan redes que alimentan la economía, la vida y la cultura.

Astrid Paola Chavelas

Red de Defensoras y Defensores Comunitarios de los pueblos de Oaxaca

Abril, lo sutil y la memoria.

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