A diferencia de otras comunidades, las mujeres de Talea de Castro cultivan principalmente el café criollo o nativo, por lo que el grano que se da en medio de sus montañas ha preservado la esencia del que cultivaban sus abuelos y ancestros.
“Cuando yo tenía 10 años, mi padre sembró los cafetales, es decir, llevan más de 50 años ahí. Claro, se le da mantenimiento cada temporada. Es importante conservar este café porque es parte de la memoria de mis padres, yo todavía aguanto a trabajar en el café”, dice Herminia entre risas.
Erika Santiago, hija de Herminia, señala con seguridad que el café criollo es de los mejores granos, no sólo en el sabor, sino que son más resistentes a las plagas. “Este café es parte de nuestra historia, de mi mamá, de las abuelas y las antepasadas”.
También se unieron otras caficultoras a Herminia y Erika para abastecer el mercado que han fortalecido después de varios años. “Somos también una red de mujeres, que abastece a consumidores de allá afuera, pero también para ayudarnos, sobre todo en la economía de las propias productoras”, explica.
El proceso para degustar una taza de café es largo y complejo, cuentan las mujeres de Talea de Castro. Después del corte de los granos, se despulpan y se les deja en reposo una noche para que fermenten. Al otro día se lavan los granos, enseguida se tienden al sol durante tres días, hasta que queden bien secos. Después de este proceso se envía a la tostadora del pueblo, aunque esto es reciente, antes se hacía de manera manual, se tostaba en comales en cada familia. Ahora con esta manera de trabajar “se ahorra un poco de trabajo, aunque hay que pagar el tueste y la molienda”, explican.
Los granos tostados y molidos se tienen que empacar para que tenga más valor en el mercado y finalmente se pueda comercializar. No importa que tan largo y complejo sea el proceso para obtener una taza de café, regularmente es malbaratado y regateado en el mercado, al menos así lo consideran las y los productores.
La familia de Herminia ha tardado al menos tres años para consolidar la marca de su café en el mercado, lo cual no ha sido fácil. “Antes se les vendían a los ‘coyotes’ y me pagaban lo que querían, ahora con la venta directa, se le gana un poco más”, dice Erika, mientras ayuda a su madre a seleccionar los granos. Ngulxidza (mujer zapoteca) es la marca de su café, se comercializa principalmente en Oaxaca y en la Ciudad de México.
Juana García Mujeres del café: productoras de Talea de Castro luchan contra el “coyotaje” y preservan granos de Oaxaca | El Universal | Notas La Minuta Café criollo, café propio (Audio) – EDUCA | Cafetaleros de Chiapas bloquean la ‘ruta del café’ en protesta por precios bajos de Nestlé – EDUCA | Fotografía Juana García