Las montañas oaxaqueñas de la denominada “región del mezcal”, al sur de México, parecieran haber sido rastrilladas por un ser gigante. Ubicadas en Sierra Sur y Valles Centrales —donde predominan llanuras, lomeríos de baja altitud y cumbres tendidas, así como sierras bajas complejas con piso rocoso—, hoy están rasuradas.
La catástrofe, resumida en fragmentos, puede verla cualquiera que recorra la zona. De momento, la región está embriagada del agave y de su industrialización para producir la “bebida ancestral de los dioses”. Pero, cuando el estado etílico pase y se tenga que lidiar con la cruda o resaca, las personas se percatarán de la deforestación de miles de hectáreas que amenaza con convertirla en tierra fértil para la minería.
Bajo esa tierra que llaman ociosa y esos arbustos color café que —para algunos— no sirven para nada, se encuentran cerros con ecosistemas vivos. En algunas regiones, desde hace algunos años se puede observar cómo los cerros ya no tenían el color café de su cobertura vegetal y se convirtieron en verdes por el maguey, cambiando totalmente el paisaje.
“¿Ves esa montaña? Estaba llena de vida, de cactus, de maleza, de microorganismos, de un todo que ahora ya no está. En 30 minutos, lo pelonearon. Y, para regenerarlo, tardaremos un siglo. ¡Eso es lo que está pasando con el mezcal! Se está por un lado beneficiando a los productores, pero por otro hiriendo a la Madre Tierra”, lamenta Daniel Ramírez López, ingeniero agrónomo. “La siembra del agave lo hacen de forma lineal, como si fuera un valle, y eso desgasta el suelo. Lo ideal es cultivar en curvas de nivel para no erosionar, pero eso pocos lo hacen”, alerta en el reportaje de Diana Manzo.
Leer todo el reportaje en Ojo al Clima: La cruda del mezcal oaxaqueño: El daño ecológico provocado por la industrialización de una bebida ancestral. Newsweek: Fiebre de agave: un mezcal con costos ecológicos. Contexto: Moda, frivolidad y mezcal de Maluma, Oaxaca territorio de extractivismo y colonización