A la Montaña de Guerrero, a la que nunca llega nada, llegaron las vacunas que buena parte del planeta está esperando. Para muchos, es una esperanza de vida y más: la posibilidad de estar, por primera vez, en el mismo lugar que el resto de los mexicanos. Pero el racismo y el abandono histórico pasaron la factura: la falta de infraestructura provocó que, teniendo las vacunas, muchos indígenas no fueran inoculados. En Malinaltepec, municipio indígena con 1.292 habitantes (INEGI 2010) que está en la lista de los más pobres del país, el registro de la mortalidad de la pandemia de covid-19 no se lleva en el centro de salud, sino en la cantidad de moños negros colgados en las puertas de las casas. Prácticamente no hay calle que no tenga. El alcalde, Abel Bruno Arriaga, hace una cuenta rápida y calcula que en el municipio han muerto unas 30 personas por covid. Hay muchos más muertos de los que tiene registrado el hospital y de los que pueda tener el registro civil. Porque la gente aquí no lo dice. Se muere en sus casas y sus familiares juran que fue de ora cosa. Porque aquí en la Montaña de Guerrero, la muerte es una cosa cotidiana. “Aquí la gente se muere de tos, de calentura, hay niños que se mueres de diarrea. Para las comunidades, covid no representa la misma preocupación que en las ciudades. Si tú les dices que se murió por covid no lo creen. Se mueren porque aquí la gente se muere muy fácil”, dice Abel Barrera, el director de la organización de derechos humanos más reconocida (y casi la única) de la región.
Leer todo el reportaje de Daniela Pastrana y José Ignacio De Alba: La Montaña de Guerrero: con vacunas y sin paracetamol. Contexto: Semaforo rojo, pero sólo en castellano: Los pueblos indígenas y la pandemia en Guerrero y Falleció el cura Mario Campos, defensor de los derechos indígenas en Guerrero. Foto: Pie de Página.