Las familias del Acapulco rural, sumidas en el abandono y la pobreza ancestral, perdieron sus viviendas y sus cosechas. De por sí no tienen agua entubada en sus casas y la luz eléctrica es muy inestable. Están incomunicados por sus caminos intransitables, viven en la oscuridad y no tienen víveres porque el viento se llevó todo. Sus milpas quedaron anegadas, ni sus hojas podrán utilizar como rastrojo porque los animales se perdieron y algunos se murieron. El desastre es generalizado porque sus construcciones son de tablas, adobes, bajareque y láminas. Son materiales que volaron con el huracán. Los pocos muebles que tienen quedaron inservibles. Las bases de sus camas se quebraron, sus colchones se mojaron, su ropa voló y la que rescataron está llena de lodo.
Los medios de vida de las familias del campo se perdieron y llevará tiempo para su recuperación. Son las comunidades menos atendidas y sus habitantes temen que no lleguen los servidores de la nación a censarlos o que simplemente digan que no hubo daños, porque de por sí sus comunidades están sumidas en la pobreza. Carecen de todo, sin embargo, no están derrotadas, han sabido resistir los embates del gobierno y han defendido sus tierras y su río empuñando sus machetes. Hace 16 años se opusieron a la construcción a la presa La Parota y demostraron su casta al vencer a la CFE en los tribunales y dentro de sus bienes comunales.
En medio de esta situación el gobierno federal publicó un aviso de término de la declaratoria de emergencia en el Diario Oficial de la Federación (DOF). Luego de que el 26 de octubre la Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC) emitió la Declaratoria de Emergencia por la ocurrencia de lluvia severa y vientos fuertes ocasionados por el huracán Otis, hoy se da un aviso que ratifica que “ya no persisten las condiciones de emergencia para continuar con la vigencia de la Declaratoria”.
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