Desde la Guelaguetza y la resistencia, pueblos y comunidades de los valles centrales ponen al centro la espiritualidad, la danza, la fiesta y -de manera articulada con otros pueblos y organizaciones- siguen manifestándose a favor de la vida, para proteger los territorios, el agua, el bosque, la tierra y su historia. En el país, de manera recurrente se observa el vínculo entre las empresas mineras y el Estado, este último por medio de programas sociales como “Sembrando Vida” fomenta el individualismo frente a la lógica comunitaria de los pueblos, en otros casos, como Guerrero y Sonora, el Estado guarda “silencio”, frente al crimen organizado, afectaciones ambientales y derrames denunciados respectivamente. La industria minera en una desesperada búsqueda de garantizar ganancias ha puesto los ojos más allá de las montañas y los cerros, ahora están amenazados también los océanos. Además, se incrementan otras estrategias legales, como el “arbitraje supranacional” en contra de países en América Latina cuando sus cortes o políticas afectan sus inversiones, México enfrenta demandas por $3,540 mil millones de dólares. En este nuevo número de la revista anti-minera ”Dignidad y Resistencia”, compartimos reflexiones sobre la organización comunitaria que enfrenta la amenaza minera.
Descargar Dignidad y Resistencia 5 (pdf, 20 pág.).
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