“Ahora quieren matarla y esta vida no muere, porque corre por las venas de tu pueblo” dice uno de los cantos de esperanza y denuncia que se escuchan en las misas de distintos territorios de Latinoamérica, sobre todo en contextos populares y comunitarios marcados por la pobreza, el dolor y la lucha social de pueblos indígenas.
Hoy 26 de septiembre un día marcado por el dolor de la desaparición de sus hijos. Padres y madres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa comenzaron su jornada de conmemoración con una misa presidida por el obispo Raúl Vera López, uno de los últimos obispos identificados con la Teología de la liberación y con un firme compromiso con las causas y luchas sociales. Realizada además, en el auditorio del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh), organización que ha acompañado la búsqueda de justicia y verdad de los padres y madres de Ayotzinapa, y que justamente nace desde una visión de iglesia comprometida con la lucha social, al caminar a su lado en las protestas, al comer con ellos, alojarlos, escucharlos y persistir. Fue fundada por Jesús “Chuche” Maldonado padre Jesuita y defensor.
Muchos han sido los obispos y sacerdotes que guían la espiritualidad hacia una doctrina comprometida a los mas necesitados, como el padre Luis Orlando Pérez Jiménez, abogado y sacerdote Jesuita que acompaña a colectivos de madres que buscan a sus desparecidos y ha conocido de cerca la lucha en el esclarecimiento del caso de los 43.
En una reciente entrevista para el revista de la Universidad de México, Luis Orlando habla de las misas que ha presidido durante estos 10 años, las define como “misas crucificadas”.
Señala “Esa misa de 2019, mi primera misa crucificada —por la injusticia y la corrupción—, fue muy dolorosa. Tuve que hacer muchas pausas porque tenía a los papás y a todo mundo quebrado. Pero también fue una misa muy energizante; todos salimos con mucha fuerza. Pero después de nueve años llegamos decepcionados y cansados. Mi función, como presbítero, es hablar de Dios desde la esperanza porque Él siempre está ahí; Dios siempre ayuda, Dios siempre mueve.
En total Luis Orlando ha presidido tres misas de conmemoración durante estos diez años, la última fue el año pasado 2023 cuando se cumplieron nueve años de la desaparición, señala “Tener perspectiva histórica permite sopesar el asunto, y eso lo enfaticé en mi homilía (…) El México de septiembre de 2014 no es el mismo de ahora. Gracias a los papás de Ayotzinapa hay un punto de inflexión en la lucha por la verdad y la justicia. Generaron un movimiento de esperanza. Todavía ayer había movilizaciones fuera del país y los papás recibieron cartas de solidaridad de Chile y Argentina. Ese amor nos permite decir que se está construyendo algo desde abajo”.
Las misas en ese sentido se han convertido en un espacio íntimo y de esperanza para los padres y madres. “Los papás son muy creyentes, tienen una fe profunda, tradicional de las familias de las montañas de Guerrero. Mediante esa fe reconocemos que hay algo más grande y que no todo depende de nosotros. También necesitamos aceptar que nuestros límites son humanos y que cuando los alcanzamos esperamos que la gracia de Dios trabaje. Y trabaja. Porque Dios obra en el mundo, de forma tan sencilla como en la persona que se conmueve y lleva comida para los padres al plantón. La gracia de Dios trabaja a través de quienes les van abriendo puertas o se solidarizan” señala en sus últimas reflexiones.
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