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La Minuta

UNAM destapa realidad de los microplásticos por contaminación de laguna en Sinaloa

Por primera vez en México, científicos de la UNAM reconstruyeron la historia de la contaminación por microplásticos en la laguna costera Estero de Urías, ubicada en Mazatlán, Sinaloa. Dicho trabajo de investigación es uno de los pocos estudios realizados a nivel mundial que ofrece una visión a largo plazo de este problema ambiental.

Ana Carolina Ruiz Fernández, responsable del Laboratorio de Geoquímica Isotópica y Geocronología del ICMyL, y líder de la investigación; así como Joan Albert Sánchez Cabeza, responsable de los Observatorios Costeros del Cambio Global y del Laboratorio Cambio Global y Climático del ICMyL, y coautor del estudio, concluyeron que en dicha laguna existen cuatro plantas tratadoras de aguas residuales (que no retienen los microplásticos) y varias granjas de camaronicultura descargan sus afluentes al interior de la laguna, lo cual probablemente ha contribuido a agravar la situación, al grado de que los niveles de microplásticos en Estero de Urías se encuentran entre los más altos en el ámbito global, en comparación con otros estudios realizados en sedimentos fechados con ²¹⁰Pb.

La experta señaló que esta situación es preocupante porque en esa laguna se efectúa pesca de subsistencia, y la contaminación va a ir a parar también a la biota de la que se alimentan los pobladores de la región, apuntó que, a pesar de que son emergentes, es decir, relativamente nuevos, estos contaminantes tienen una distribución amplia, pues se han encontrado “desde el Himalaya hasta la Fosa de las Marianas”.

“El grave problema que tenemos con eso es que no solamente se acumulan en los ecosistemas, en este caso marinos, sino que los ingiere la biota; la fauna no solo deja de comer porque se sacia ingiriendo partículas plásticas, sino que hay problemas de reproducción porque se liberan químicos, utilizados como aditivos en la fabricación de los plásticos, que se sabe son disruptores endocrinos”, puntualizó.

En el caso de los seres humanos los respiramos y entran en nuestros pulmones; pero también los ingerimos en el agua embotellada y hasta en productos vegetales, porque los cultivos los van absorbiendo durante el proceso de producción agrícola. “Y no deberían estar en la biota de la cual nos alimentamos”, advirtió.

Joan Albert Sánchez abundó que se denomina microplásticos a las partículas plásticas menores a cinco milímetros, “aunque su nombre correcto debería ser miliplásticos, porque su tamaño es de milímetros, no de micras”.

Se han encontrado en tejidos de personas fallecidas, en órganos como pulmones e intestinos, inclusive en individuos vivos se han detectado en el líquido amniótico y en la sangre. “Están en todos lados y las consecuencias que esto tendrá para la salud humana aún son desconocidas”, acotó la científica.

En el estudio se determinó que el polímero más abundante es el tereftalato de polietileno, conocido como PET (el de las botellas de refresco y agua), lo cual se explica por su alto consumo y mal manejo, ya que históricamente el porcentaje que se recicla de plásticos es bajo, aseveró Ruiz Fernández.

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