“que nos una el amor -por la tierra-
y no el espanto…”
Ana María García
Desde que nuestros pueblos originarios empezaron a luchar por su autonomía, en un intento de alejarse de todo lo que intenta devastar su visión mundo, han pugnado por oportunidades para seguirse construyéndose, para dirigir su caminar de la mano de procesos que alimenten y refuercen sus esfuerzos propios. Es así que hace algunas décadas empezaron a surgir los bachilleratos comunitarios como una opción para los pueblos, para las muchachas y muchachos que buscan repensar el mundo que los rodea. Ha sido una lucha constante, algunos por recuperar y otros para ajustar los nuevos escenarios que se desarrollan a su alrededor a los modos de vida de los pueblos sin trastocar sus espacios sagrados, sus espacios comunales.
En esta nueva reconfiguración de enseñanza–aprendizaje, los bachilleratos comunitarios han aprendido que la labor no es sólo académica, que el proceso debe ajustarse a las nuevas disposiciones del contexto. Antes, la lucha de las comunidades era por conservar los rasgos culturales resistiéndose a la perspectiva de educación que proponía un sistema asimilasionista. Ahora la lucha es por la tierra, por el agua, por el viento, por los bosques y las selvas, por la vida. Con las actuales reformas estructurales y la perspectiva capitalista que persiste sobre la palabra “desarrollo”, para los pueblos, la amenaza a sus formas de vida se cierne sobre todo lo que los conforma con una relación intrínseca con la naturaleza que los rodea.
De la voz de Dolores Hernández Sarabia (Serapaz) nos explicamos el contexto estatal en el que están inmersos no sólo los bachilleratos comunitarios, sino las comunidades originarias, el panorama que se presenta desde las distintas instancias de gobierno y su abandono a las responsabilidades que le atañen, principalmente en el sector salud y educativo, ha configurado nuevas amenazas para los pueblos y sus geografías. Estas propuestas que parten desde el capital, desde que todo bien natural y recurso humano es susceptible de explotación, pone por encima de los derechos y las necesidades de los pueblos, el interés de las empresas a partir de la imposición de las zonas económicas especiales como andamiaje político y jurídico que permite modificar cualquier derecho comunal para priorizar las inversiones privadas.
“A partir de este análisis del contexto, se hace necesario repensar al estado de Oaxaca desde una autonomía que le permita construir esbozos de lo que queremos como país. Es necesario, desde los pueblos, desde los bachilleratos comunitarios generar un discurso que rompa con la arenga empresarial y la lógica del mercado, que se apropie y revise nuestras prácticas sociales.”
Es por esto que los espacios de formación comunitaria han sumado su voz a las exigencias de los pueblos por el respeto a sus estructuras comunitarias, las y los maestros desde la propuesta de una educación alternativa, han hecho lo posible por articular la defensa por el territorio, han apelado a la necesidad de participar en experiencias que enriquezcan su práctica educativa, han sumado su participación, de manera reciente, a las distintas experiencias que se articulan en el estado. Saben de la resistencia de los pueblos, palpan la necesidad de preparar a las y los jóvenes para recibir la herencia que los más antiguos habitantes del territorio han preparado para ellos.
En estos tiempos de convulsión, cuatro bachilleratos cuyas historias se entrecruzan en los procesos de la formación comunitaria, se suman a comunidades originarias como Santa María Atzompa, Santo Domingo Teojomulco, Panixtlahuaca, y a organizaciones sociales como la Articulación de Pueblos Originarios del Istmo Oaxaqueño en Defensa del Territorio –APOYO-, el Comité Ixtepecano en Defensa de la Vida y el Territorio, la Universidad Ayuuk, la Organización de Pueblos Indios OIDHO, el Grupo Ecologista Zanatepec, todas y todos en el esfuerzo conjunto de sembrar esperanza.
La preparatoria comunitaria José Martí en San Francisco Ixthuatán, cuya lucha contra los proyectos mineros y por la defensa del rio Ostuta y su territorio los ha llevado a ser punto de partida y de encuentro para las varias experiencias que se articulan en aquella región del Istmo.
El bachillerato Comunitario Ikoots de San Mateo del Mar, que desde hace años se hace acompañar por las aspiraciones y resistencia de los pueblos de la zona lagunar en su lucha por la tierra y el territorio. Muchachas y muchachos que en recientes ediciones de desfiles, muestran su rebeldía al ajustar a sus propios parámetros las exigencias de las autoridades escolares, donde se busca distraen la atención de los verdaderos problemas, ellos marchan, gritan y se manifiestan, desgarran sus gargantas acompañados por la música de caparazón y viento, y desde el corazón expresan consignas: “No a las zonas económicas especiales, Sí a la vida”.
El Bachillerato Comunitario San Francisco La Paz es respuesta a la lucha de los Chimalapas que históricamente se han articulado por la defensa de su territorio, las y los compañeros saben que la educación para sus comunidades debe partir desde la perspectiva de los pueblos, y ellos todos, originarios chinantecos, que construyen a la par de su escuela, la esperanza, acompañados por el Centro de Derechos Humanos Tepeyac, han asumido el compromiso de sumar su voz y sus esfuerzos a la defensa de la vida.
El bachillerato Comunitario Quiechapa, en la milenaria sierra sur de Oaxaca, donde la tierra es pródiga y el ojo de agua alimenta la vida en la comunidad que ha sido acompañada por organizaciones como Tequio Jurídico y los Misioneros Oblatos en los intentos que los proyectos mineros han hecho por llegar a la población. Aquí, las muchachas y muchachos descendientes zapotecas,desde hace años construyen un proceso educativo para retomar sus bienes naturales, defender el futuro de su pueblo. En eventos como el Día del maíz nativo, y el Encuentro de Bachilleratos Maristas cuya temática “Territorio e identidad desde la educación comunitaria” se centra en despertar a la juventud a la defensa del territorio ante la amenaza de las zonas económicas especiales, se apuesta porque las nuevas generaciones hagan suya la premisa de que la vida se reproduce en comunidad.
Estos bachilleratos, encuentran en acciones como el pasado Seminario Movimientos sociales y estrategias para evitar el despojo del modelo extractivista, organizado por Servicios para una Educación Alternativa Educa, A.C. una manera para vincularse a las prácticas que se gestan en las comunidades, para articular sus propias luchas y experiencias que los ha ayudado a detectar el enemigo común y a entender que es necesaria la coyuntura de las distintas experiencias educativas para salir fortalecidos y fortalecer los procesos de sus comunidades, unidos por el amor a nuestra madre tierra aprehenden que la comunalidad es un proceso que se vive desde la cotidianidad.
Las maestra y maestros comunitarios que hacen de su praxis una opción de vida, son el germen de esperanza que bulle en forma organizada; ven en cada muchacha y muchacho una oportunidad de incidir en la colectividad, saben que ser docente, acompañante, más que un grado universitario, es un regalo, una gracia que se va construyendo. La construcción de la identidad colectiva implica movimiento, frentes de resistencia, aportes culturales y nuevos posicionamientos frente al contexto. El proceso educativo es una voz que evoca, convoca y provoca la configuración de una alternativa de resistencia. La voz de uno, la voz de todos en plena génesis comunitaria, justo donde nace la noción de conciencia.
Es tiempo.
Astrid Paola Chavelas López
Maestra Comunitaria
Sierra Sur, Oaxaca