En marzo, Enmanuel Cosmes celebró los 15 años de la empresa comunitaria de ecoturismo que administra en Capulálpam de Méndez, Oaxaca. Ahora, él y las 18 familias que trabajan en la misma saben su futuro incierto. Sus cabañas, restaurantes y áreas recreativas —incluidos el cerco donde cuidan de venados cola blanca y su propio museo de la biodiversidad— no han recibido un visitante en más de dos semanas. Capulálpam, como otras comunidades de la Sierra Juárez, en Oaxaca, ha prohibido el acceso a turistas. “Si esto sigue, nos afecta a todos”, dice Cosmes, quien solo recibe salario mínimo por ahora. “No sabemos cuánto más vamos a aguantar ni qué va a pasar después”. Su esposa también tuvo que suspender su negocio de medicina tradicional. Creen que pueden durar así un mes y medio más. “Las empresas forestales son la vaquita de la comunidad. Es la que ordeñan para sacar dinero para todo”, dice Francisco Chapela de la asociación Estudios Rurales y Asesoría Campesina en Oaxaca. Ante la epidemia del COVID-19, Chapela prevé dos escenarios futuros. Si se crean mecanismos solidarios y de fomento que apoyen a las comunidades forestales para que sigan resguardando los bosques, la economía podría reactivarse en algunos meses. Pero lo opuesto también podría pasar. “El otro escenario es: cierren el changarro, se acabó el proyecto de ecoturismo, se acabó el proyecto forestal, cerramos los viveros y vamos a buscar chamba a ver a dónde. Y que vengan los ganaderos”, dice Chapela. En dos o tres años, “se puede venir un retroceso muy fuerte en el cuidado de los bosques y selvas de México”.
Leer todo el reportaje de Emiliano Rodríguez Mega: México: comunidades forestales empiezan a sentir los efectos de la pandemia del COVID-19. Contexto: Gana Capulálpam de Méndez histórico amparo contra concesiones mineras (Video). Foto: Turismo ecológico Comunitario Capulálpam Mágico
