En Brasil cierra la campaña electoral con el ultraderechista Jair Bolsonaro y el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva como protagonistas de la disputa presidencial más polarizada en décadas. Los candidatos cruzaron anoche insultos y acusaciones de corrupción, en un belicoso último debate antes de los comicios del domingo 2 de octubre.
Tanto Bolsonaro como Lula se enfrentan a un electorado que los ama o los odia, afirma Vijay Prashad: “Hay poco espacio para la ambigüedad en esta carrera. Bolsonaro no sólo representa a la extrema derecha, cuyas opiniones defiende abiertamente, sino también a amplios sectores de la clase media, cuyas aspiraciones de riqueza permanecen en gran medida intactas a pesar de que su situación económica se ha deteriorado en la última década. El contraste entre el comportamiento de Bolsonaro y Lula durante sus respectivas campañas presidenciales ha sido muy marcado: Bolsonaro es grosero y vulgar, mientras que Lula es refinado y presidencial”. Si Lula gana, “es probable que obtenga más votos de los que odian a Bolsonaro que de los que lo aman a él”, supone Prashad.
El periodo electoral ha sido marcado por eventos violentos que podrían aumentar en la segunda vuelta el 30 de octubre, y también se habla de la posibilidad de que Bolsonaro materialice un golpe de Estado. ”Estamos hoy ante una nueva situación debido a la presencia de fenómenos políticos con componentes fascistas tanto en la política nacional como internacional”, advierte André Singer, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de São Paulo y portavoz del primer gobierno de Lula da Silva.
El “escenario de muerte” que representa el gobierno de Bolsonaro exige ampliar la resistencia y eso incluye participar en las elecciones para lograr mayor presencia en los poderes institucionales, decidió la principal organización indígena de Brasil, la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (Apib). “Vamos ‘aldear (incluir a las aldeas indígenas)’ la política, por un parlamento cada día más indígena”, plantean en su manifiesto.
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